¿Por qué un dentista haría un Posgrado de Acompañamiento espiritual?

Vulnerabilidad, miedo, ansiedad, estrés, vergüenza… Esas son varias de las emociones que emergen cuando nos sentamos en un sillón dental y nos dicen que abramos la boca.

Las carreras universitarias y los Másteres cada vez son más especializados, y los profesionales centramos toda nuestra atención en realizar una técnica específica, y olvidamos que somos personas tratando a personas.

Es más, el trato con el paciente muchas veces nos cansa, nos pone nerviosos y nos impacienta.

Exigimos y damos por hecho que el paciente debe saber que somos buenos profesionales, con una gran formación y currículum, y atender a sus dudas o nerviosismo lo interpretamos como un acto de desconfianza y de mala educación: “¡con todo lo que yo sé y he estudiado, no tengo porqué aguantar el interrogatorio de un paciente, si quiere más explicaciones o garantías, que haga él la carrera o que se busque otro profesional que le diga lo que quiere oír, aunque sea falso!”.

Y es así, muchas veces nos agota más el trato con el paciente que nuestro trabajo en particular. Por eso mismo, los profesionales de cuándo en cuándo deberíamos sentarnos en la silla del paciente, ¡y más cuándo la mayoría admitimos que nosotros mismos somos los peores pacientes! Nos cuesta muchísimo fiarnos de cualquier otro profesional, y peor aún, cuando nos tienen que realizar técnicas que nosotros dominamos ampliamente.

¿Por qué un dentista haría un Posgrado de Acompañamiento espiritual?
En mi caso, hice el Postgrado de Acompañamiento Espiritual porque necesitaba entender cómo funciona el ser humano a nivel psicológico y emocional. Después de tener muchos títulos y diplomas notaba que me faltaba algo básico: ENTENDER y NUTRIR la relación profesional-paciente. Este posgrado no estaba dirigido a profesionales de salud, más bien a profesionales del ámbito social, psicológico o espiritual. Y reconozco que ahí aprendí muchísimas cosas de mi persona, y esto es lo que luego me ha ayudado, primero, a mí misma en el día a día y, luego, me ha permitido también EMPATIZAR con los pacientes.

¿Por qué un dentista haría un Posgrado de Acompañamiento espiritual?
La relación profesional-paciente es una relación desigual, donde una persona se pone en manos de otra para que le curen o traten algo. Esa relación o vínculo, justamente por que es desigual, hay que cuidarlo. El paciente está obligado a depositar su confianza en nosotros, y además: tiene miedo al dolor, a sufrir durante el tratamiento, no tiene control de cuál será el resultado final, y además, tiene que pagar por ello.

La figura antigua del médico huraño y arisco, que era nefasto a nivel de relación humana pero que se justificaba porque era un gran genio en lo suyo, hoy en día ha desaparecido.

Actualmente, la sociedad es más culta y hay incluso más oferta que demanda. En sanidad, y sobre todo en odontología existen muchos tipos de modelos de negocio, que ofrecen calidades y precios muy distintos.

Y el paciente no sabe dónde elegir, internamente piensa “¿dónde me engañarán menos?”

Por eso, es tan importante la DIFERENCIACIÓN, y hablar con el paciente. En una sociedad cada vez más deshumanizada, individualista, competitiva y voraz, ni yo quiero sentirme como una dentista cualquiera, ni tampoco el paciente quiere ser tratado como un paciente cualquiera. Todos tenemos derecho a sentirnos cuidados y con un trato personalizado.

La excelencia en un tratamiento médico tiene que venir acompañada también de la excelencia en el trato personal. Tan malo es cuando se da una y no la otra, o a la inversa.

El paciente no puede diferenciar si un empaste está bien hecho o muy bien hecho, pero sí nota cuando se le trata con gestos de cariño y amabilidad.

Por eso, es importante que los profesionales de la salud, aunque tengamos un trabajo altamente técnico, entendamos que cuidamos a personas. Y debemos ver a la persona de forma holística, como una unidad, no sólo su trozo de carne o de diente a tratar.

El paciente deposita su CONFIANZA en nosotros, y nosotros debemos hacernos merecedores de ella. Es una gran responsabilidad y por eso tenemos un gran trabajo, donde la ética y la moralidad pueden exigirnos que cada día seamos mejores personas y profesionales, o justo al revés, quemarnos y perder exigencia en nuestro trabajo a la vez que también perdemos calidad humana.

¿Por qué un dentista haría un Posgrado de Acompañamiento espiritual?

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